Sunday, November 19, 2006

LA ORACIÓN APOFÁTICA
DENTRO DEL CONTEXTO
DE LA VIDA APOFÁTICA


P. Steven Scherrer
18 de noviembre, 2006
Conyers, Georgia
USA



La vida eremítica busca la unión con Dios que es personalmente experimentada, por medio del silencio, soledad, ayuno, y oración. La oración es tanto catafática (vocal) como apofática (sin palabras), pero con el énfasis en el tipo apofático, que es más alto. La vida eremítica busca profundidad en la oración apofática (oración silenciosa) por medio de una vida apofática, que quiere decir: hallando a Dios en la renuncia a los placeres de este mundo. Es verdad que vemos a Dios en todas las cosas de su buena creación; pero el camino más avanzado, enseñado por los místicos, es el que lo busca por medio de la renuncia de los placeres de este mundo, para tener un corazón indiviso para experimentarlo más profundamente. Por lo tanto, el comienzo de la jornada espiritual usa el camino catafática que ve a Dios en las cosas de su buena creación, y en la oración vocal; pero el fin de esta jornada entra en unión profunda con Dios al usar el más avanzado camino apofático, que renuncia a los placeres innecesarios de este mundo, y ora sin palabras.

Muchos hoy se interesan en la oración contemplativa, la oración apofática, a veces llamada la oración centrante; pero no todos se interesan en perseguirla desde el contexto de la vida apofática, que es la vida eremítica de silencio, soledad, ayuno, y la renuncia de los placeres de este mundo. Tendremos el éxito más profundo en llegar a la unión con Dios y creceremos más en la oración mística si perseguimos la oración apofática desde el contexto de una vida apofática.

La vida apofática es la vida ascética. Ella nos lleva a una profunda oración apofática y mística, y a una experiencia del amor de Dios. Así la manera apofática o ascética de vivir, que es la vida eremítica, nos lleva a la oración apofática o mística. La ascética lleva a la mística. La vida eremítica de oración y ayuno en el desierto es el camino ascético que lleva a una profunda oración mística. La vida apofática, ascética, o eremítica lleva a la oración apofática y mística, que es la unión con Dios. Los que tratan de practicar la oración contemplativa, la oración centrante, la oración apofática, la oración mística, la oración de silencio, o la oración de unión —todos nombres diferentes por la misma cosa— deben hacerlo desde dentro del contexto de la vida apofática, o al vivir apofáticamente.
Sólo al vivir así, tendremos un corazón completamente indiviso, y seremos suficientemente purificados para crecer en una vida mística.

Es esta integración de la oración apofática dentro del contexto de la vida apofática que es el enfoco de esta página de Web.
APOPHATIC PRAYER
WITHIN THE CONTEXT OF APOPHATIC LIVING



Fr. Steven Scherrer
November 18, 2006
Conyers, Georgia
USA



The eremitic life seeks personally experienced union with God through silence, solitude, fasting, and prayer. The prayer is both cataphatic (vocal) and apophatic (wordless), but with the emphasis on the higher apophatic type. The eremitic way of life seeks depth in apophatic prayer through apophatic living, which means finding God in renunciation of the pleasures of this world. While we see God in all the things of his good creation, the more advanced path taught by the mystics is to seek him via the renunciation of the pleasures of this world, so as to have an undivided heart to be able to experience him more profoundly. Thus the beginning of the spiritual journey makes use of the cataphatic path of seeing God in the good things of his good creation and in vocal prayer, but the end of this journey is to come into deep union with God through the more advanced apophatic path of finding God in renunciation of the unnecessary pleasures of this world and in wordless mystical prayer.

Many today are interested in contemplative, apophatic prayer, sometimes called centering prayer; but not all are interested in pursuing it within the context of apophatic living, which is the eremitic life of silence, solitude, fasting, and renunciation of the pleasures of this world. It is only by pursuing apophatic prayer within the context of apophatic living that we can have the deepest success in arriving at union with God and growth in mystical prayer.

Apophatic living is ascetical living. It leads to deep apophatic mystical prayer and experience of God’s love. Thus the apophatic or ascetic way of life, which is the eremitical life, leads to apophatic or mystical prayer. The ascetical path is the path that leads us to mysticism. The eremitic life of prayer and fasting in the desert is the ascetical path which leads to deep mystical prayer. Apophatic or ascetic or eremitic living leads to apophatic mystical prayer and union with God. Those who seek to practice contemplative prayer, centering prayer, apophatic prayer, mystical prayer, the prayer of silence, or the prayer of union—all different names for the same thing—should do so within the context of apophatic living.

It is this integration of apophatic prayer within the context of apophatic living that is the focus of this Website.
LA IMPORTANCIA DE LA DIMENSIÓN ASCETICA EN LA ESPIRITUALIDAD CRISTIANA


P. Steven Scherrer
13 de octubre, 2006



El mundo, como la creación de Dios, es lleno de cosas buenas y necesarias que necesitamos para sostener la vida y promover el Reino de Dios, cosas como comida, computadores etc., que usamos en su servicio y para su gloria. La primera parte de la jornada espiritual se edifica sobre las cosas buenas de este mundo que nos revelan la bondad de Dios. Pero los grandes escritores místicos enseñan también la renuncia del mundo para llegar a la cumbre de la unión mística con Dios y a un estado de tranquilidad, luz, y paz. Este es el camino ascético-místico de la vida contemplativa, que es un camino más avanzado, pero aun así, es pensado para todos, como el Concilio Vaticano II nos ha enseñado, si tan sólo hubiera los que pueden mostrar este camino a los demás, y no sólo guardarlo escondido para los monjes.

Después de haber viajado una cierta distancia, buscando a Dios en todas las cosas buenas de su creación, para ir más adelante, es el camino ascético-místico —el de la renuncia y de la oración mística en silencio— que nos llevará a la cumbre de la montaña. Esta es la tradicional enseñanza espiritual, que los monjes siempre han conocido y en la cual se han especializado, pero que pueden también dar a conocer a los demás —porque ellos también son llamados aun a los más altos grados de la perfección, según el Segundo Concilio Vaticano. Lo que necesitamos es que los monjes, que han guardado esta tradición, este secreto, presente estos principios básicos de la espiritualidad monástica a los demás. Los básicos principios espirituales son los mismos para todos; pero tienen que ser aplicados de varias maneras, adaptándolos a la vocación y estado de vida de cada uno. Lo que los monjes tradicionalmente han vivido de un modo muy literal y radical se puede vivir también de un modo diferente por otras personas, según la dirección del Espíritu Santo en cada individuo.

La tradición monástica de la ascética y de la renuncia del mundo no debe entenderse como un desprecio del mundo, del cuerpo, de la creación, o del placer corporal en sí. No se basa de modo alguno en una visión dualista del mundo, considerando la materia como mal; y sólo el espíritu como bueno.
La razón por la renuncia, la ascética, y la austeridad, que se encuentra en toda la tradición monástica, se basa más bien en el deseo de renunciar a lo bueno para lo mejor; es decir: la tradición ascética y monástica renuncia a los bienes de este mundo para los del reino de Dios; renuncia a los bienes de esta creación para los de la nueva creación; y hace así para tener un corazón completamente indiviso para el Señor.

Creo que lo que necesitamos hoy es una visión equilibrada de la vida espiritual y contemplativa, una visión que es a la vez ascética y mística; catafática (viendo a Dios en creación y en la oración vocal) y apofática (experimentando a Dios por la renuncia y por la oración silenciosa). La ascética es el camino que lleva a la mística. Y una orientación “catafática”, que ve a Dios en todo y ora usando palabras e imágenes, es la primera parte del camino espiritual que debe terminar en la experiencia apofática de Dios sin palabras, imágenes, o ideas, y en desprendimiento de los deleites de este mundo. El renunciar a los placeres innecesarios de este mundo nos lleva a tener un corazón indiviso, reservado sólo para el Señor, y así ser más preparados para experimentarlo en luz y gloria interior.

Hoy en día, a veces se cuestiona si la ascética y el desprendimiento de los placeres de este mundo son verdaderamente necesarios para entrar en unión con Dios y llegar a un estado de paz y luz en el Señor, entremezclado con la experiencia luminosa de la oración apofática. A la luz de esta duda, sería útil, creo, ver que esto es, en verdad, la enseñanza común a los autores espirituales más aprobados y aceptados, como san Bernardo, san Juan Casiano, san Juan de la Cruz, y La Imitación de Cristo.

Un autor espiritual escribe así: “La renuncia al mundo y a sus falsas alegrías, la negación de sí mismo, el desprecio de lo sensible, etc., no son una aniquilación absurda de la criatura humana, sino condición providencial para lograr la liberación plena y el más alto desarrollo de la personalidad: nos despojamos de todo y de nosotros mismos para llenarnos de Dios y ser dominados enteramente por la caridad…” (B. MARCHETTI-SALVATORI, Despojarse, en Ermanno ANCILLI, Diccionario de Espiritualidad, 3 tomos, Herder, Barcelona, 1987, tomo 1, 565-567).

San Juan de la Cruz escribe: “que son pocas las almas que se dejan purificar y despojar hasta el fondo por el Señor, y por ello pocos son santos” (Llama de amor viva B 2, 27 y 3, 27). La Imitación de Cristo dice: “Cuanto más te retiras de los consuelos de todas las criaturas, tanto más dulces y bendecidos serán los consuelos que recibirás de tu Creador” (3.12). Y san Juan de la Cruz dice: “no podrá comprender a Dios el alma que en criaturas pone su afición” (Subida 1.4.3), y “...el alma que pone su corazón en los bienes del mundo, sumamente es mala delante de Dios. Y así, como la malicia no comprende a la bondad, así esta tal alma no podrá unirse con Dios” (Subida 1.4.4).

San Juan de la Cruz escribe también: “el alma que hubiere de subir a este monte de perfección a comunicarse con Dios, no sólo ha de renunciar a todas las cosas y dejarlas abajo, más bien los apetitos... Y así es menester que el camino y subida para Dios sea un ordinario cuidado de hacer cesar y mortificar los apetitos; y tanto más presto llegará el alma, cuanto más prisa en esto se diere” (Subida 1.5.6). Y “Hasta que los apetitos se adormezcan por la mortificación en la sensualidad, y la misma sensualidad esté ya sosegada de ellos, de manera que ninguna guerra haya al espíritu, no sale el alma a la verdadera libertad para gozar de la unión de su amado” (Subida 1.15.2).

San Antonio, abad, dijo: “La inteligencia del alma se hace fuerte cuando se debilita los placeres del cuerpo” (san ATANASIO, Vida de san Antonio 7). Esta es también la enseñanza de san Bernardo. La primera Carta y el tercer y cuarto Sermón sobre Navidad de san Bernardo son buenos ejemplos del hincapié que él hace en la importancia de la vida austera. Él dice: “Al que vive con prudencia y sobriedad le basta la sal, y su único condimento es el hambre” (Carta 1, 11). Y “ahuyenta el deleite, porque la muerte está apostada al umbral del deleite. Haz penitencia y te acercarás al reino” (3 Sermón sobre Navidad 3). La razón para esta renuncia es tener un corazón indiviso en su amor y devoción al Señor.

La Imitación de Cristo es especialmente rica en esta doctrina. Aquí hay unos ejemplos más de la enseñanza de la Imitación de Cristo sobre este punto: “Cuando el hombre llegue a este punto de la perfección en el cual él busca su consuelo en ninguna cosa creada, entonces Dios empieza por primera vez, a ser dulce para él” (1.25). “tanto más se acerca el hombre a Dios, cuanto se aparta de todo gusto terreno” (3.42.2). “Hijo, mi gracia es preciosa, y no quiere mezcla de cosas extrañas, ni de consuelos terrenos” (3.53.1). “Debes separarte de parientes y amigos, y tener el alma privada de todo placer temporal” (3.53.1). “Nosotros tenemos la culpa si no gustamos, o muy raras veces, de los consuelos divinos, porque no buscamos la contrición del corazón, ni desechamos las vanas y exteriores alegrías” (1.21.3). “Si quieres tener verdadero gozo y ser consolado por mí abundantísimamente. Pon tu felicidad en el desprecio de todas las cosas del mundo, y en cortar de ti todo deleite terreno. De esta suerte gozarás de gran consuelo” (3.12.4). “Si dejas de ser consolado por las cosas mundanas, podrás ver más perfectamente las cosas celestiales” (2.1). Y “verdadera gloria y alegría santa es...no deleitarse en criatura alguna sino en Ti” (3.40.5).

Otra vez, el propósito de esta renuncia del mundo y de sus placeres es tener un corazón reservado únicamente para el Señor, un corazón indiviso.

THE IMPORTANCE OF THE ASCETICAL DIMENSION OF CHRISTIAN SPIRITUALITY

Fr. Steven Scherrer

October 13, 2006

The world, as God’s creation, is full of good and necessary things which we need to sustain life and promote the Kingdom of God, such as food, computers, etc., which we use in his service and for his glory. The first part of the spiritual journey builds on the good things of this world which reveal the goodness of God to us. But the great mystical writers also teach renunciation of the world in order to reach a deeper mystical union with God and a state of tranquility, light, and peace. This is the ascetical-mystical path of contemplative living, which is a more advanced path, but nonetheless meant for all, as Vatican II has taught us, if only there were those who could show this way to all, and not keep it hidden just for monks.

Once one has gone a certain way, seeing God in all things, in the good things of his creation, to go farther, it is the apophatic, ascetical-mystical path—the path of renunciation and silence, the path of silent mystical prayer—which will take us to the top of the mountain. This is traditional spiritual teaching, which monks have always known and specialized in, but which they can also make known and available to the laity—for they also are called to even the highest degrees of perfection, according to Vatican II. What is needed, therefore, is that monks, who have kept this tradition, present these basic principles of monastic spirituality to the laity as well. The basic spiritual principles are the same for all; but they will be applied differently, adapting them to the vocation and state of life of each one. What monks have traditionally lived in a very literal and radical way can be lived differently by the laity, as the Holy Spirit guides each one.

The monastic tradition of asceticism and renunciation of the world is clearly not to be understood as a depreciation of the world, of the body, of creation, or even of bodily pleasure in itself. It is not in any way based on a dualistic view of the world, considering matter as evil; and only the spirit as good.

The reason for the renunciation, asceticism, and austerity, which one finds everywhere in the monastic tradition, is based rather on the desire to renounce the good for the better; that is, the ascetic and monastic tradition renounces the goods of this world for those of the Kingdom of God; it renounces the goods of this creation for those of the new creation; and it does so in order to have a heart completely undivided for the Lord.

I believe that what is needed today is a balanced view of the spiritual and contemplative life, one that is both ascetical and mystical; both cataphatic (seeing God in creation and vocal prayer) and apophatic (experiencing God through renunciation and silent prayer). Asceticism is the path that leads to mysticism. And a “cataphatic” approach to life, which sees God in everything and prays using words and images, is the first part of the spiritual path which is to end in the apophatic experience of God without words, images, or ideas, and in detachment from the delights of this world. Renouncing the unnecessary pleasures of this world is the way to have a heart undivided and reserved only for the Lord, and hence to be more prepared to experience him in inner light and glory.

Nowadays, it is at times questioned whether we really need asceticism and detachment from the pleasures of this world in order to enter into union with God and arrive at a state of peace and light in the Lord, interspersed with the luminous experience of apophatic prayer. In light of this doubt, it would be helpful, I believe, to see that this is indeed the teaching of the most standard and approved spiritual authors, such as St. Bernard, St. John Cassian, St. John of the Cross, and The Imitation of Christ.

One spiritual author writes thus: “The renunciation of the world and its false joys, the negation of oneself, the depreciation of the sensible, etc. are not an absurd annihilation of the human person, but rather the providential condition for attaining the full liberation and highest development of the personality; we detach ourselves from all and even from ourselves in order to fill ourselves with God and be dominated entirely by love…” (B. Marchetti-Salvatori, “Despojarse,” in Ermanno Ancilli, Diccionario de Espiritualidad [3 vols.; Barcelona: Herder, 1987], vol. 1, p. 565-567).

St. John of the Cross writes: “there are few souls which allow themselves to be purified and detached in their depths by the Lord, and therefore there are few saints” (The Living Flame of Love B 2, 27). The Imitation of Christ says: “The more you retire from the consolations of all creatures, so much the sweeter and more blessed will be the consolations you will receive from your Creator” (3.12). St. John of the Cross also says: “The soul which puts its fondness in creatures will not be able to comprehend God” (Ascent of Mount Carmel 1.4.3), and “…the soul which puts its heart in the goods of the world, is supremely evil before God. And thus, as evil cannot comprehend the good, in the same way such a soul cannot unite itself to God” (Ascent 1.4.4.).

St. John of the Cross also writes: “the soul which is to ascend this mount of perfection and communicate with God, not only has to renounce all things and leave them below, but also the appetites… And thus it is necessary that the road and ascent to God be a regular care to make cease and to mortify the appetites; and so much the quicker will the soul arrive the more diligently it gives itself to this” (Ascent 1.5.6). And “Until the appetites become dormant through the mortification of our sensuality, and until our sensuality itself becomes quieted, so that there be no war within the spirit, the soul will not depart in true freedom to enjoy union with its beloved” (Ascent 1.15.2).

St. Anthony of Egypt said, “The intelligence of the soul becomes strong when the pleasures of the body become weak” (St. Athanasius, Life of St. Anthony 7). This is also the teaching of St. Bernard. His first letter and his third and fourth Sermons for Christmas are good examples of the emphasis which he places on the importance of an austere life. He says: “For him who lives with prudence and sobriety, salt is sufficient, and his only seasoning is hunger (Letter 1.11). And “flee delight, because death is posted at the threshold of delight. Do penitence and you will approach the kingdom” (Third Sermon for Christmas # 3). The reason for this renunciation is to have an undivided heart in our love and devotion to the Lord.

The Imitation of Christ is especially rich in this doctrine. Here are a few more examples of the teaching of the Imitation on this point: “When a man arrives at that point of perfection in which he seeks his consolation in no created thing, then God begins for the first time to be sweet for him” (1.25). “A man approaches God all the more when he separates himself from all earthly pleasure” (3.42.2). “Son, my grace is precious, and it does not want to be mixed with extraneous things, nor with earthly consolations” (3.53.1). “We are at fault if we do not taste—or only very rarely—divine consolations, because we do not seek contrition of heart, nor do we reject vain and exterior joys” (1.21.3). “If you wish to have true joy and be consoled by me abundantly, put your happiness in the depreciation of all the things of the world, and in cutting off all earthly delight. In this way you will enjoy great consolation” (3.12.4). “If you leave off being consoled by worldly things, you will be able to see more perfectly heavenly things” (2.1). And “true glory and holy joy is…not to delight oneself in any creature, but rather only in You” (3.40.5).

Once again, the reason for this renunciation of the world and its pleasures is to have a heart reserved uniquely for the Lord, an undivided heart.

EL LLAMADO Y LA VOCACIÓN EREMÍTICOS

EL LLAMADO Y LA VOCACIÓN EREMÍTICOS


P. Steven Scherrer
15 de noviembre, 2006
Conyers, Georgia
USA



“Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó” (Tito 3, 4). El amor de Dios para con los hombres se manifestó en su aparición entre nosotros en su encarnación. Así nos salvó y dio una vida nueva, una vida divina, y una manera radicalmente nueva de vivir, rescatándonos de nuestro modo anterior y egoísta de vivir, en que vivíamos en ruido y conversaciones inútiles, buscando nuestro propio placer corporal.

Ahora nos ha dado un camino radicalmente nuevo de vivir en él, en silencio profundo, pacífico, e ininterrumpido, bañados de luz, en ayuno continuo, comiendo sólo la comida más sencilla y austera —sólo una vez al día— sin carne, sin adornos y sin condimentos, excepto la sal; sin fritura, y sin delicadezas hechas de harina blanca o azúcar, y en cantidad moderada, pasando nuestro tiempo reflejando sobre las Escrituras y los escritos de los santos que vivían así, sólo para Dios, crucificando su carne. Así vivían los monjes estrictos en los tiempos de más fervor (ver la primera Carta de san Bernardo). Esta es una vida de oración y ayuno, separada del mundo, gastada en trabajo silencioso, pacífico, callado, y recogido, ofreciéndonos continuamente a Dios en amor. Esta es la vida eremítica —ligera en el Señor—. Este es el llamado eremítico a vivir en el desierto, sólo para Dios, en silencio y soledad, bañados de luz y de paz celestial.

Esta es la vida nueva de moderación y silencio profundo que Cristo nos ha dado en su encarnación, una vida sobria, justa, y piadosa en este siglo, que está perdido en hedonismo, ruido, y conversaciones inútiles. Es una vida que él nos dio al derramar su Espíritu sobre nosotros.

Regocijaos, pues, en el Señor, porque el Señor ha venido. “¡Que la tierra reciba su rey! ¡Que cada corazón le prepare un lugar! Que el cielo y la tierra canten juntos”. Él trae la alegría verdadera al mundo. “¡Regocíjese, oh mundo!, porque el Señor ha venido. Que reciba la tierra su rey”, como cantamos en el nacimiento del Salvador.

Seamos hombres nuevos, silenciosos, llenos de luz, mortificados, hallando nuestro gozo sólo en Dios, viviendo sólo para él, siempre, no importa si hay oscuridad o luz, crucificando las pasiones al vivir ascéticamente, regocijándonos en el Señor siempre, porque Señor está cerca. Así es la vida de los que están llamados al desierto, para servir sólo a Dios, sólo a un Señor (Mt 6, 24), en la soledad y en el silencio.

Vivid en el gozo del desierto, lejos del mundo y de sus placeres. Vivid una vida de oración y ayuno continuo. Buscad vuestra paz allí. El gozo más grande se halla en el desierto, en un silencio profundo e ininterrumpido. Trabajad en silencio, en el pleno desierto, y allí hallaréis a Dios.

El vivir en el desierto nos hace anhelar el regreso de Jesucristo, porque él es nuestro único gozo, y porque vivimos sólo para él, crucificando nuestra carne a todo lo demás. Este mundo terminará con grandes signos y prodigios. Todos su gozos falsos, engañosos, y vacíos terminarán cuando este mundo termina. Entonces veremos a Cristo, viniendo en gloria en las nubes del cielo para cumplir todos nuestros deseos y traernos su paz celestial. Vivamos, pues, en espíritu en este día ahora. Que este día informe, guíe, e inspire todas nuestras acciones, toda nuestra manera de vivir. Vivamos, pues, en el encanto de los últimos tiempos. No caigamos fuera de este encanto al hablar inútilmente. Vivamos, pues, en el encanto del silencio del Señor, en ayuno continuo, ofreciéndonos en amor únicamente al Señor. Esta es la vida eremítica.

The Eremitic Call and Vocation

THE EREMITIC CALL AND VOCATION


Fr. Steven Scherrer
November 15, 2006
Conyers, Georgia
USA



“But when the goodness and loving kindness of God our Savior appeared, he saved us” (Titus 3:4). God’s love for man was shown in his appearing among us in the incarnation. This is how he saved us and gave us new life, divine life, and a radically new way of living, rescuing us from our former selfish way of life, where we lived in noise and talk, seeking our own bodily pleasures.
Now he has given us a radically new way of life in him, in deep, peaceful, uninterrupted silence, bathed in light, in continual fasting, eating only the plainest, simplest food—but once a day—without meat, adornment or seasoning, except salt, with nothing fried, nor with delicacies made of white flour or sugar, and in moderate quantity, spending our time reflecting on the Scriptures and other holy writings of the saints who lived this way for God alone, crucifying their flesh. So lived strict monks in the times of greatest fervor (see the first Letter of St. Bernard). It is a life of prayer and fasting, separated from the world, spent in silent, peaceful, quiet, and recollected work, offering ourselves continually to God in love. This is the eremitic life, light in the Lord, the eremitic call to the desert life for God alone, in silence and solitude, bathed in light and heavenly peace.

This is the new life of profound moderation and quiet which he has given us in his incarnation, a sober, just, and pious life in the midst of this age, which is given over to hedonism, noise, and empty talk. It is a life which he has given to us by pouring out his Holy Spirit upon us.
Rejoice, therefore, in the Lord, for the Lord has come. “Let earth receive her king. Let every heart prepare him room. Let heaven and nature sing.” He brings joy to the world: “Joy to the world, the Lord has come! Let earth receive her king,” as we sing at our Savior’s birth.

Let us be new men, silent, filled with light, mortified, finding our joy only in God, living for God alone, always, whether in darkness or light, crucifying the passions through ascetical living, rejoicing in the Lord always, for the Lord is near. Such is the life of those who are called to the desert to serve God alone, to serve only one master (Mt 6, 24), in solitude and silence.
Live in the joy of the desert, far from the world and its pleasures. Live a life of prayer and constant fasting. Seek your peace there. The greatest joy is found in the desert, in deep, uninterrupted silence. Work in silence, deep in the desert, or in the forest. There you will find God.

Desert living makes us long for the return of Christ, because he is our only joy, and because we live for him alone, crucifying our flesh to all else. This world shall come to an end with great signs and wonders. All its false, disappointing, and empty joys shall then be over. And then we shall see him, coming in glory on the clouds of heaven to fulfill our every desire and to bring us heavenly peace. Let us live in spirit in that day now. And let it form, guide, and inspire all our actions, our whole way of life. Let us live in the enchantment of the end times. Let us not fall out of it by vain, empty talk. Let us live in the spell of his holy silence, in continual fasting and offering of ourselves in love to the Lord alone. This is the eremitic life.

EREMITIC LIFE - LA VIDA EREMÍTICA

EREMITIC LIFE – LA VIDA EREMÍTICA

Fr. Steven Scherrer
November 19, 2006
Conyers, Georgia
USA



ENGLISH. This Website is dedicated to the eremitic life. After several brief introductory essays on eremitic life, it contains my current sermons, newly posted four times per week, plus a collection my sermons of the recent past, all based on the readings or feasts of the liturgical year, and written from an eremitic perspective, as well as my short books on spirituality, also written from an eremitic perspective. All has been written by one trying to live the eremitic life as described and reflected upon in these works. Although these writings are eremitically oriented, they are intended for all who are seeking deeper spiritual nourishment.

ESPAÑOL. Esta página de Web se dedica a la vida eremítica. Después de varias redacciones breves introductivas sobre la vida eremítica, contiene mis sermones actuales, nuevamente fijados aquí cuatro veces cada semana, junto con una colección de mis últimos sermones, basados sobre las lecturas o fiestas del año litúrgico, y escritos desde una perspectiva eremítica. Contiene también mis breves libros sobre la espiritualidad, también escritos desde una perspectiva eremítica. Todo ha sido escrito por alguien que está tratando de vivir la vida eremítica como está descrita y profundizada en estas obras. Aunque estos escritos son eremíticamente orientados, son pensados para todos los que están buscando una alimentación espiritual más profunda.

BRIEF ESSAYS – REDACCIONES BREVES
The eremitic life
La vida eremítica
The importance of the ascetical dimension in monastic spirituality
La importancia de la dimensión ascética en la espiritualidad monástica
Apophatic prayer within the context of apophatic living
La oración apofática dentro del contexto de la vida apofática
The map of the interior journey which we undertake in the eremitic life
El mapa de la jornada interior que emprendemos en la vida eremítica


TODAY’S SERMON – EL SERMÓN DE HOY
Today’s sermon
El sermón de hoy



RECENT SERMONS – SERMONES RECIENTES
Recent sermons
Sermones recientes

SHORT BOOKS - LIBROS BREVES
La vida virtuosa
Un comentario meditativo sobre el Cantar de los Cantares (tomo I)
Un comentario meditativo sobre el Cantar de los Cantares (tomo II)
El que me sigue, no andará en las tinieblas
Una vida en la luz